miércoles, 20 de noviembre de 2019

La tormenta imperfecta

Nadar ardiendo en deseo, bajo la luz de un sol de invierno que golpea fuerte en la cara, con una sonrisa que no se borra aunque el corazón esté partido en mil pedazos. Noches de charlas eternas, entre indirectas sin rodeos, buscando amor en lugares felices donde no nos ahogan los sentimientos. Resistir la tormenta de querer perderme entre tus abrazos, tenerte cerca pero sin perderme a mí. 
Si alguna vez fuiste un extraño, apenas lo recuerdo. Desde que empezó a sonar la música y el impacto de las medicinas dejó de hacer efecto, tu voz ya no resuena en la noche como un eco imposible de apagar. El control de los botones vuelve a estar en mi mando y lo apago cuando no quiero pensar, cuando el teléfono no suena y la soledad aprieta a lo lejos.
He aprendido a caminar sin los ecos de tus pasos, sin los miedos que me produjo tu partida. Ni las dudas que me asolaban el pecho, con el corazón en un puño, por no saber si regresarías a mi vida. Comprendí que de nada sirve derramar lágrimas, aunque el dolor se escape por las heridas abiertas, aprenderé a cerrarlas. Que creerte ganador de esta partida, aunque quieras verme hundida, es perderte entre humos imaginarios y falsas apariencias que no te crees ni tú.
Qué real ver cómo pasan los días, ahora que mi corazón se cansó de ser tu pasatiempo. Que ya no rememoro ninguna palabra vacía, llamada o beso que ya no siento. Sé que alguien que no seas tú, valorará el esfuerzo de haberme perdido entre amores inciertos y aceptaré tu marcha olvidando tu nombre de todo mi cuerpo. 




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