miércoles, 24 de abril de 2019

La magia del amor entre la rutina


Hoy no era ni San Valentín ni nuestro aniversario aunque nos gustaba siempre dedicarnos un día especial y por completo en dejarnos llevar por nuestros sentimientos, por las ganas que siempre estaban presentes, el amor mientras nos mimábamos uno al otro.
Era siempre uno de nuestros cuatro días libres que ambos teníamos, cada mes lo preparaba uno desde las velas, pasando por la comida, los masajes hasta el menú ya que era una forma para romper con la rutina además de hacer cosas diferentes pues nunca eran iguales pese a algunas similitudes con los pequeños detalles.
Ésta vez me tocaba a mí pese a que el juego comenzaba después de desayunar y tener listos los detalles en nuestra habitación, te dejé que desayunaras tu café con leche, con el par de tostadas que decidiste desayunar hoy, era un antojo de ésos que tenías de vez en cuando mientras yo aprovechaba para poner unas velas aromáticas, música relajante además de dejar a mano el kamasutra que usábamos con bastante frecuencia. Y al terminar, me desnude por completo, esperándote encima de la cama sin sábanas; decidí empezar a masturbarme lentamente primero metiendo un dedo en mi sexo, después decidí meter dos para luego meter los tres, a medida que los introducía aumentaba la velocidad además de empezar a oírse mis gemidos desde la habitación hasta la pequeña cocina en dónde estaba él; así podía imaginarse de mil formas lo que causaba mi placer sin ser él y que además tuviera prisa como ansias por saciar sus ganas de mí. Pasó media hora o quizá algo menos ya que había comenzado a perder la noción del tiempo, cuando me quise dar cuenta ya estaba él quitándose el pijama con prisas hasta quedarse desnudo ante mis ojos, no tenía muy claro cuál sería su siguiente paso quizá penetrarme con su sexo mientras muerde mi cuello, araña mi espalda o por el contrario dedice masturbarse mientras sigo haciéndolo yo, preferimos dejarnos llevar antes que ponernos reglas que no siempre íbamos a cumplir; acto seguido me pidió que hiciéramos el 69 que era lo que más le apetecía porque él quería darme placer al jugar con su lengua y que yo hiciera lo mismo con la mía en su miembro. Así empezamos esta vez con un 69, era de ésas veces en que estaban asegurados algún que otro orgasmo intenso, que después iría acompañado del misionero primero teniendo él el control para luego tenerlo yo, pasar a hacerlo de pié contra una de las paredes en dónde la postura era lo irrelevante, quise con mucho descaro decirle entre gemidos que el siguiente lugar sería encima de la lavadora; así fue sin necesidad de insistirle fuimos hasta uno de los baños donde estaba la lavadora y por suerte, casi sin pretenderlo había puesto una lavadora después de fregar su taza del desayuno y antes de preparar las cosas. Aprovechamos la vibración de la lavadora en funcionamiento, yo me subí encima mientras él se quedaba de pié, seguíamos con el mismo ritmo y compás que en nuestra habitación aunque fue después de un buen rato cuando ambos nos corrimos uno dentro del otro después de múltiples orgasmos con gemidos que se oían por toda la casa, la temperatura había subido tanto que apenas noté el frío de las baldosas del baño ni de mis pies descalzos como tampoco el que yo por mi parte me había corrido invadida por el placer que me causaba su cuerpo como sus manos y que seguramente él también lo hubiera hecho varias veces aunque ya sabía que él terminaba corriendose tras ver cómo disfrutaba mientras lo hacíamos, me corría al verlo disfrutar además de sentir su miembro en mi sexo que tanto le ponía.
Perdimos la noción del tiempo, al terminar decidió acompañarme de nuevo a la habitación para que descansase un poco y repusiera fuerzas, él se iba a dar una ducha para quitarse de encima el sudor, iba a ponerse ropa cómoda para preparar la comida y la mesa. Me dormí enseguida y cuando me desperté lo primero que llamó mi atención fue el olor de un solomillo Wellington haciéndose en el horno, lo cierto es que no me di cuenta hasta ése momento que tenía mucha hambre, miré la hora en el despertador que había en una de las mesillas y era la una y veinte por lo que decidí darme una ducha como él había hecho anteriormente en el baño de nuestra habitación, después de secarme el cuerpo y ponerme una falda de tubo negra con una blusa blanca me dirigí hasta mi pequeño despacho para leer mientras escuchaba algo de música pensando con precisión los juegos siguientes tras la comida y un poco de relax. Se abrió la puerta y apareció él con un pantalón negro, con su chaleco a juego y una camisa blanca, para decirme que la comida estaba lista con la mesa puesta, el entrante era unos champiñones y setas salteadas, después fue el solomillo Wellington y el postre era una tarta de selva negra todo ello acompañado de agua; la comida estaba deliciosa y exquisita después de terminar pusimos el lavavajillas para acto seguido comentamos de poner la película de Drácula, la de Coppola, por supuesto que era una de nuestras preferidas para darnos mimos, estar abrazados y compartir algo más de tiempo juntos sin necesidad de basar nuestra relación en el sexo porque para nosotros es mucho más.
Después de terminar la película me dirigí a la habitación para preparar el lubricante de mango que había comprado junto al sillón tántrico que había pasado inadvertido a sus ojos, me desbroché la camisa tan sólo para quitarme el sujetador y abrocharmela dejando un par de botones desabrochados también me quité las bragas para que no se lo esperase, tras terminar le llamé para que viniera a la habitación. Él llegó con una sonrisa pícara en la cara y me empezó a besar en el cuello y a morderlo para después besarnos apasionadamente mientras la temperatura comenzaba a subir, aprovechaba a desabrocharme la camisa mientras yo le iba quitando el chaleco y le desabotonaba la camisa con algo de prisas aunque que con cuidado, tras unos besos más tenía el torso desnudo mientras estaba desabrochandome el sujetador y con unos besos más; la pasión ya estaba desabotonandolo con prisas para empezar a comerlos, besarlos y decidió echar unas gotas en ellos con el lubricante de mango. Estaba disfrutando tanto aunque le arañase la espalda quería más, decidió seguir bajando desde mis pechos hasta mi cadera echando gotitas del lubricante antes de bajar sin pudor alguno me quitó la falda y al ver que estaba sin bragas, decidió sin previo aviso se dispuso a hacerme un cunnilingus y, ¡qué placer me hacía sentir su lengua en mi miembro! Era inevitable que terminase gimiendo de lo mucho que disfrutaba y tras terminar, terminó de desnudarse por completo para así introducir su miembro ya erecto en el mío aunque no sé quién tenía más ganas de que lo hiciera si él o yo... Lo cierto es que había algo en él que me atraía tanto que seguramente sea incapaz de explicarlo con palabras porque no era sólo tal y cómo me trataba sino su manera de tener sexo, como sus besos además del amor que existe en nosotros; no me contuve a la hora de gemir sabiendo que le ponía mucho aunque alguna vez me lo decía en susurros al oído y después de terminar una vez haciendo el misionero, le llevé hasta el sillón que había en nuestra habitación y ponerme yo encima de él con la postura del martilleo, teniendo el lubricante a mano para así usarlo los dos como así fue aunque ambos lo usábamos para el cuello aunque a mayores lo hacía con mis pezones que ya estaban duros; quise que probasemos la posturas que tantas veces habíamos querido probar y que sin el sillón hubiera sido algo difícil, siendo ni más ni menos que la fusión. ¡ Madre mía creo que es la postura que más disfruté hasta ahora! Ya no era yo la que gemía sino los dos, marcando un compás con nuestras caderas al subir y bajar, no siendo suficiente para mí todos los orgasmos que había tenido hasta ahora le insistí para que terminasemos con la compenetración; puso una cara algo rara pese a que después de explicárselo le pareció una gran idea asique nos pusimos a ello él se recostó en el sillón y yo dejé que mis pies tocasen el suelo, estando rectas mientras que los sexos de cada uno estaban a la altura de la boca de cada uno, pese a ser algo incómoda al principio aunque era mucho más placentero que el famoso 69 del que ya estábamos algo cansados. No quiso que con eso terminase, me dijo que me quitase ya que él se estaba muriendo de ganas de que lo hiciéramos de pié lo más cerca de la cama,para poder tirarnos o si las piernas nos temblaban como había sucedido en otras ocasiones anteriores, seguimos haciéndolo de pié aunque terminamos por tumbarnos en la cama y por si fuera poco se empezaba a notar el cansancio, el sudor aunque tras volver a hacer el misionero como al principio ambos terminamos al unísono ya que se nos oyó gemir de placer cuando sucedió;nos duchamos juntos y cenamos una ensalada sencilla mientras veíamos Navy aunque se notaba que estábamos tan cansados por lo que fuimos a dormir tras lavarnos los dientes y ponernos el pijama. Nos metimos en la cama con los pijamas a juego, nos acostamos uno junto al otro y tras darnos las buenas noches ambos, tras un beso en los labios y otro que me dio él en la frente fue cuando me recoste en su pecho mientras oía el latido de su corazón que me calmaba tanto ya que terminaba con una sonrisa en mi rostro, pese a que diéramos vueltas en la cama durante la noche, sabía que nuestro amor era de los que vencen a las adversidades.