Caímos en nuestra propia trampa, porque nada era lo suficiente real como para ver que parecía un sueño demasiado perfecto, sin comprender que, en nuestra relación no existía una normalidad, la seguridad de que tendríamos aquel futuro común que anhelábamos, ahora está echo pedazos.
Y es que los destruimos a sabiendas, sin importar los sentimientos más profundos, ocultos en el corazón. Aunque lo peor de todo ello fueron los ataques verbales derivados de cualquier tipo de confrontación, usando cualquier pretexto válido para acabar por encima, además de demostrar que estaba en un error, que su verdad no era la oportuna.
Daba la impresión de que vivíamos en una relación sana, dónde cualquier problema era simplemente un bache que nos hacía fuertes, aún así era todo una niebla ocultando la objetividad, puesto que no queríamos mirar que de cada discusión la cosa no mejoraba sólo empeoraba más aún. Y lo que provocaba era estancarnos, hacer que se volviera un círculo vicioso sin querer buscar ni salidas ni respuestas porque preferimos vivir en nuestro amor caótico, tóxico e infeliz a afrontar las cosas de una manera razonable, siendo incapaces de que en vez de sumar alegrías las restábamos, ni la felicidad y el amor se multiplicaba simplemente se dividía cada vez más con exponentes mayores, complicando más las situaciones provocando discordias además de ir apagando el amor que sentíamos y para evitar perderte para siempre hice una gran locura porque pensé que salía como pensé aunque al final fracasé estrepitosamente.
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